miércoles, noviembre 16, 2005

Viajes

Algunos apuntes más sobre mi viaje a Buenos Aires. Siempre los viajes están asociados a los libros que estaba leyendo en ese momento. Por ejemplo, El agua electrizada de Feiling me remite a aquel viaje a Buenos Aires (el antepenúltimo), a los cafés en los que lo leí, aquel que quedaba a una cuadra de Página 12, a la planta alta de Gandhi mientras esperaba a l, a la cama de la casa de p y g donde estaba alojada, al bar el taller de palermo, a aquel colectivo, ya no recuerdo más el número, a los proyectos que tenía aquel "yo" que hoy no reconozco como mío (a propósito, son interesantes las reflexiones de William James, el hermano de Henry, acerca de la identidad, los yoes y los míes). No puede separarse esa novela de aquella experiencia. El anteúltimo viaje, fue acompañado de varias revistas en inglés, para practicar para un examen que tenía por una beca. Recuerdo especialmente una nota al que inspiró la película de Polanski El Pianista. No pude ver el pianista, a mi regreso, sin dejar de asociar las imágenes de esa película con aquella otra vivida en las calles de San Telmo, próximas a Antorchas, y al bistró Abril, ese con las paredes del baño recubiertas de las más variadas etiquetas de cigarrillos (¿o eran cajas de perfume?). También mi yo de entonces resulta difícil de integrarse a esta que hoy soy, ¿quién era aquella chica con aquellos proyectos? Extrañeza. Aquel viaje fue, también, aquel ensayo sobre arquitectura que le compré a l en la librería de un gallo para esculapio y que aproveché a leer en los sillones cómodos de ese bar.
Este viaje, el último, tiene el sabor de la canción de las ciudades, de matilde sánchez. Sobre todo, de la primera historia, la de holanda. Así, como dice la novela, que es una novela de viajes y de una viajera, el relato del viaje a holanda de sánchez está en la misma serie que mi buenos aires 2005. Una buenos aires contemporánea con toques de amsterdan 79. Y en la serie de este viaje y de la holanda de Sánchez, el bar en el que empecé a leerlo (ver un par de posts anteriores):
ascepcia absoluta
blanco bar vacío
vientre de ballena blanca con destellos de luz ultravioleta
mesas y sillas enfundadas en telas níveas
las mismas que tapan las ventanas
holanda blancura en buenos aires.
Está buena la utilización que hace Sánchez del concepto de serie para pensar el pasado, los viajes y sus memorias. En un viaje, el espacio, pienso, entonces, no tiene tanto que ver con unos límites geográficos o temporales sino más bien con una serie, heterogénea, deseante, que relaciona hitos sensoriales, imágenes, relatos y construye el lugar, la ciudad, como un lugar a construir, nunca como un destino prefijado por las guías turísticas. Pienso entonces en El turista accidental (la película de Kasdan, tristemente traducida al castellano como Un tropiezo llamado amor) y también, sobre todo, en Refugio para el amor la película de Bertolucci sobre El cielo protector de Paul Bowles, uno de los pocos casos en los que una película no eclipsa al libro que la inspira. El protagonista de Un tropiezo es un viajante que escribe libros de consejos para otros viajantes, tendientes a evitarles cualquier posible accidente. Recetas seguras para viajes previsibles. Hasta que llega el día en que el escritor de recetas seguras para viajeros que quieren seguridad, se enfrenta al accidente. En tanto, en la deliciosa Refugio para el amor, tres viajeros (y el mismo Bowles, que aparece en la película se encarga -si la memoria no me traiciona-de marcar la diferencia entre turista y viajero) emprenden un viaje a tierras ignotas del Africa, abiertos a lo desconocido. Dice Baudrillard: lo que buscamos en el viaje no es el descubrimiento ni el intercambio sino una desterritorialización blanda, una posesión por el mismo viaje, por la ausencia. "Como no sabemos cuándo vamos a morir, creemos que la vida es ilimitada...pero todo sucede un número limitado de veces", reflexiona Paul Bowles en la película de Bertolucci. No hay algo así como un cielo sólido capaz de protegernos (qué hermosos son los cielos de Bertolucci en Un refugio..., una película de cielos). El estado nómade nos enfrenta con el exotismo radical de lo otro y de nuestro propio yo. Sigo con la novela de viaje de la Sánchez, me gustó algo que escribió sobre la ciudad: la ciudad relatada ya no existe, "sólo el campo puede ser revisitado, la ciudad se levanta cada día -los cafés y los negocios, toda obra desaparece (...) Es enigmático cómo las sensaciones se van trenzando con el correr del tiempo. Hay un ir y venir del recuerdo, un lugar donde el pasado y el presente intarcambian sus materiales y producen ese efecto de certeza que podría llamarse iluminación... Se atrapa un cristal del pasado, se lo vuelve a perder. A esa percepcion excepcional de situaciones triviales yo lo llamaba serie de impresiones", dice Sánchez. (Pienso, el libro de feiling mientras saboreaba el sandwich de pan árabe tostado con jamón y queso en aquel café de la esquina de calle Belgrano, una siesta de sol). Una serie es caprichosa, indefinida, heterogénea, "disparos de la memoria", un olor con un color, un sabor, una serie excede cualquier intento clasificatorio, está fuera de toda institucionalización, abiertas máquinas deseantes, más sensoriales y emocionales que racionales. Las series regresan cuando menos lo esperamos, pueden evocarlas un cierto clima, una tonalidad en el aire, nunca sabemos cuál será el shifter que abrirá las puertas de la percepción la próxima vez. Son algo físico, afirman aquella máxima arltiana de que la única verdad es el cuerpo. El cuerpo y la gramática. En cada viaje, construimos una cartografía. A nuestro regreso, ya no reconocemos nuestra casa. No hay adónde regresar, sabe el viajero que alguna vez pretendió volver a alguna parte. Exiliados de nosotros mismos, expósitos ya la intemperie, aunque nos afanemos en levantar paredes, en techar los espacios, en construir refugios. Es el vértigo del viajero lo que libera su deseo. El viajero es aquel que pudo huir de su madre: "deseoso aquel que huye de su madre" como decía Lezama y sale a la ruta, sabiéndose extraño, desheredado, sale a construir su propia estirpe.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio